jueves, 7 de abril de 2016

El Hombre Desnalgado.


Se sometió a las más rigurosas dietas, pero lo que más lo ayudó fue leer un libro por semana, cada libro que devoraba significaban 2 kilos menos para su abultada figura, se sorprendió cuando al terminar de leer Éxodo de León Uris, había perdido 8 kilos. Su madre, al parecer intuía esa pequeña alegría, y puso un granito de arena en aquella playa inmensa. Una mañana se despertó y tenía en frente un reto un poco complicado, 1Q84 de Murakami y en Busca del tiempo perdido de Marcel Proust. Suspiró como si estuviera por engullir un cerdo adobado, no era más que un librito, pan comido dijo! Luego vinieron los más de más, Aristoteles, La Divina Comedia, y las Obras Completas de Anaximandro, también una enciclopedia en portugués perteneciente a Vasco de Gama, y unos tercetos escritos por Ramón Elias, el poeta mayor de los Andes, que aunque no tan de grueso calibre, si representaban un paseo por la memoria de los techos rojos y la alpargata.

Un domingo ya casi en los huesos se topó con un poema de Octavio Paz y suspiró, se veía leve, como un resumen de algo, pesaba en ese entonces 30 Kilos, no es para tanto, pero los clásicos menos pesados le habían quitado el apetito, tal vez esa voracidad hubiese servido cuando pasaba días enteros viendo las vitrinas de las panaderías, o como el perro sin dientes afuera del área de carnes del mercadito. ¨Un sauce de cristal un chopo de agua….¨ Sus fuerzas comenzaron a disminuir, y cuando hubo dado la vuelta a la piedra de sol se fue desvaneciendo entre la bata de seda que se arremolinó sobre la cama…Un árbol bien plantado más danzante, avanza, retrocede, da un rodeo y llega siempre¨






2 comentarios:

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  2. Eso fue culpa de Marcel Proust. Era mejor leer la LLama Doble y comer hamburguesa.

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