sábado, 16 de abril de 2016

El testigo de Jehová que sabía papiroflexia

Hubo un tiempo en que solía abrirle la puerta a todos los que a ella llamaban, no contábamos con la mirilla mágica, solo pecábamos de buena fe, y esa buena fe nos acompañó por muchos años, y gracias a eso, conocimos a Hernán, un testigo de Jehová que todos los sábados tocaba la puerta y nos acompañaba a comer sancocho de res.

La historia comenzó cuando Hernán se apareció un día en que todos estábamos ocupados preparando la comida y como es costumbre lo corrimos con un portazo en la mera cara, pero él, perseverante, volvió a tocar y se ofreció a entretener a los críos mientras estaba la comida, “miren lo que tengo” y sacó varias figurillas hechas de papel, Hernán sabía papiroflexia, claro, todas las figurillas estaban hechas con las páginas de la revista Atalaya y otras tantas con la revista “Despertar a suceder.  todo quedaba en silencio, pero, algo inusual comenza. ron que hiciera una repisa para ponerlas, serrado, como para

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Mis hijos se veían cada vez más encantados con las figuras que Hernán les regalaba, dinosaurios, un barco persa, vaquitas de mar, aviones supersónicos y hasta árboles de todas formas. Cada Sábado, Graciela y Miguel esperaban impacientes en la puerta de la casa a que Hernán llegara con sus figuras, y lo sorprendente era que cada vez eran totalmente diferentes. Los niños jugaban inocentemente entre semana y todos en casa éramos felices de que esto les estaba ayudando a mejorar su conducta.  Un día me pidieron que hiciera una repisa para poner su colección de papiroflexia, ellos se iban a dormir después de jugar y todo quedaba en silencio, pero, algo inusual comenzó a suceder. Una noche encontré un par de figuras desechas, me percaté que era una hoja de Atalaya, no pude evitar leer el titular “ El camino al reino de los cielos”  Esto me perturbó un poco, porque daba la impresión de que alguno de mis hijos había estado leyendo ese material proselitista sin mi consentimiento, le resté importancia y me fui a dormir.

Pasaron los días y seguía encontrando más figurillas desechas, todas sobre la mesa en bulto como formando un libro, lo sorprendente es que los dinosaurios, y los perros y los pterodáctilos de la repisa también parecían aumentar con el tiempo. No pude evitar interrogar a mis hijos y pedirles explicaciones. Ellos asintieron con la cabeza y Miguel al ver que comenzaba a enojarme, me recitó un pasaje bíblico, “El hombre iracundo promueve contiendas; Más el que tarda en airarse apacigua la rencilla”  No puedo explicarles lo que sentí en ese momento, yo que siempre defendí los dogmas católicos, estaba ante una encrucijada, mis hijos me habían desobedecido, mi familia estaba a punto de desmoronarse, yo estaba decepcionado por haberle fallado a mi abuela pancha quien me pidió hasta el cansancio que pusiera el letrero en porcelana, ese que dice “ Aquí somos católicos, amigos del Papa, no insista”


Hoy en día, apenas me topo con mis hijos y les echo la bendición, cuando los veo de puerta en puerta acompañando al Viejo Hernán en su labor evangelizadora, ellos también aprendieron papiroflexia, cosas de la vida...

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