Solo bastó una década para que las redes sociales consiguieran la fuerza y el impacto mediático que tienen hoy en nuestras vidas. La tecnología nos permite saber en tiempo real qué pasa al otro lado del mundo.
Pero esa misma red social que consume todo el tiempo –y no sólo el de los jóvenes-, es la causa de un fenómeno extraño que preocupa a sociólogos y antropólogos de todo el mundo. Porque parece que estemos volviendo al tiempo de la caverna platónica, donde desde la cueva se podía imaginar el mundo como era afuera, donde la caverna era segura, no existía ningún peligro que pusiera en riesgo la supervivencia de la especie humana.
Hace apenas una década no sabíamos nada de Youtube, menos de Facebook, ni pensar en Twitter, ni imaginar la caída del imperio Kodak de más de una centuria liderando el mercado de la fotografía, con la llegada de Instagram.
Hace veinte años estábamos felices con la aparición de los celulares, era muy especial tener uno y estar a la vanguardia con la tecnología, así no tuviéramos con quien hablar, porque apenas se estaba masificando este artilugio tecnológico.
Hoy las 55 millones de líneas telefónicas registradas, hablan por sí solas de la importancia de estar comunicado en un país de 47 millones de habitantes. A todo este avance hay que sumarle lo que hoy se conoce como las redes sociales, plataformas tecnológicas que llegaron como un ventarrón y cambiaron la manera de cómo interactuábamos a nivel social, político, económico, moral, cultural etc.
Una fiebre enfermiza plagó a todo el mundo por estar metido en las llamadas redes sociales, un desenfreno por apoderarnos de otra forma de comunicación abierta, sin censura, sin dar la cara, atacar desde la trinchera del anonimato, una avalancha de oportunidades como nunca antes habíamos podido tener para mostrar lo que sentíamos en tiempo real, sin más limitaciones que estar en la nube.
Pero lo que parecía un verdadero fenómeno de masas, la revolución del siglo XXI trajo consigo otros tantos males que empeoraron las ya distantes relaciones interpersonales de los seres humanos. Antes del celular la única manera de poder hablar con el otro era llamarlo al teléfono fijo ya fuera a la casa o a la oficina y todos debíamos esperar que se nos retornase el mensaje y no había más que hacer, ahora con la inmediatez de los celulares, no contestar el móvil parece ser una agravio insultante e incómodo para quien llama; no responder un mensaje ya es irritante.
Veinte años atrás, los negocios eran prósperos, se movía la economía: las exportaciones y las importaciones, ninguna empresa necesitaba de redes sociales para poder hacer bien su trabajo o mostrarse al mundo. Ahora la premisa es muy diferente: empresa que no esté en las redes sociales no existe, y en ese sentido todo cambió dejando los modelos tradicionales de comunicación y publicación.
La llegada de las redes sociales potenció a unas empresas y a otras por el contrario las desapareció, es el caso por ejemplo de la empresa Kodak, con 120 años de estar dedicada al negocio de la fotografía, millones de empleados en todo el mundo se quedaron por fuera de la foto, nadie pensó que con la llegada de la tecnología esta multinacional desapareciera del mapa, y sucedió con la aparición de Instagram que en solo cuatro años cambió el negocio de la fotografía, desencajó la película de Kodak dejándola en negativo.
Las redes sociales llegaron a nuestras vidas sin pedir permiso como siempre llega la tecnología. Nos metió en un limbo que todavía no sabemos si en verdad nos comunicamos con el mundo por medio de ellas, o son ellas las que nos comunican lo que necesitamos saber y cabe la teoría de espionaje más grande del mundo partiendo del principio Masón: “si quieres ocultar un tesoro no lo escondas, ponlo a los ojos de todo del mundo y nunca lo encontrarán” porque la pregunta sería: ¿Nosotros vemos la internet o la internet nos ve a nosotros? Ahí está la incógnita del espionaje cibernético en el que han metido al mundo estas redes sociales, que no son inofensivas y tan generosas con la humanidad.
Se está cumpliendo al pie de la letra lo que mucho se habla de tiempo atrás, de instaurar un nuevo orden mundial, de controlarlo todo con un dedo y lo que hoy vemos es esa sombra de control que hay en la dependencia absoluta a los celulares y las redes sociales. Si no tienes un celular de última tecnología o no está conectado con el mundo virtual, sencillamente no existes, no eres nadie y en esa línea es que nos han metido por los ojos el gran negocio de la tecnología.
Están en vía de extinción las reuniones de amigos, las charlas en las tardes para tomar el café y hablar del mundo; los encuentros literarios, los debates, hacer amigos en los buses o hablar con el vecino. Hoy un joven de 20 años está conectado las 24 horas al celular, prefiere dejar de comer que no tener datos y así nace una nueva manera de castigar a los hijos que bien lo podemos llamar —castigo cibernético— porque no estar conectado es como si el mundo no existiera.
Las redes sociales son lo más antisocial que se pudo haber inventado, o mejor, le hemos dado un uso del que no premeditaron sus creadores, pero ya no se puede hacer nada para evitarlo, porque la intención de Zuckerberg era originalmente poderse comunicar con sus amigos más cercanos y hacer las tareas de la universidad y no toda esta cloaca humana que hoy tenemos en la red. Lo mismo Youtube y todas las demás redes sociales que se crearon posteriormente.
-Son antisociales porque han separado al hombre de la razón para meterlo en la emoción
-Dañan la capacidad de pensar por sí mismo y enfrentar al mundo tal y como es.
-Crean odios anónimos y el odio es el detonante de todos los tipos de cáncer.
-Se anula al otro en cuento se pierde la tolerancia.
-Se pierde la noción del tiempo.
-Segregan las familias.
-Son manipuladoras.
-Generan violencia.
-Se niega al otro.
-Son adictivas.
Es mucho el daño que se ha hecho por medio de estas herramientas: muertes, violaciones, robos, chantajes, extorciones etc. Incontables experiencias nefastas para miles de niños y niñas que en el albor de sus vidas descubrieron lo malo que puede ser el hombre y perdieron su inocencia con solo dar un clic en la tecla equivocada. La pregunta ¿culpa de quién? No tendríamos la respuesta ni a quién señalar, pero tampoco justificar los hechos.
Y todavía hoy, después de tener una idea más generalizada de lo que son las redes sociales, se siguen cometiendo crímenes acuñados en la expresión (Cibernético): robo cibernético, fraude cibernético, delito cibernético, engaño cibernético, abuso sexual cibernético, etc…
Y es que el mensaje sigue ahí a la vista de todos pero con la cabeza agachada no se puede ver salir el sol. Las redes sociales son eso, redes y la función de una red, es atrapar todo lo que esté en su camino.
Hoy más que nunca estamos atrapados en esta ilusión de creer que tenemos el mundo en nuestras manos, cuando es al contrario, las grandes multinacionales y transnacionales son las que nos tienen en sus manos, en su gran red, que no es social sino económica.
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